Si nos somos capaces de reconocer que el problema de la pobreza de la mayoría de la población e, incluso, la degradación ambiental, está en la arraigada actitud de querer acaparar o poseer más de lo que se necesita a costa de lo que sea por el mero deseo de tener la sensación de ser superiores a los demás o sentirse más seguros, no es extraño que muchos no se percaten todavía de que la actual crisis mundial es consecuencia de la irresponsable forma en que en Estados Unidos se concedieron infinidad de créditos hipotecarios a personas con no muy probada solvencia para afrontarlos y, por ello, no por un generoso afán de darles la oportunidad de contar con un hogar sino por el simple deseo de tener la oportunidad de hacer más negocios y ganar más dinero; aunque la permeabilidad del entorno regulatorio estadounidense tiene también mucho de responsabilidad. Lo cual, dados los avances tecnológicos y de la comunicación viene siendo reflejado en todas las sociedades y/o países del mundo y, derribando a muchas corporaciones y empresas que, de esta manera, demuestran la estructura aparente y/o especuladora en la que se cimentaban.
No bastaron, evidentemente, los escándalos que hace más de seis años salpicaron y derribaron a muchas grandes empresas de no sólo USA (Enron, Global Crossing, Adelphia, WorldCom) y que supuso el final de una de las más prestigiosas firmas de auditoría, Arthur & Andersen, para que el sistema regulatorio estadounidense y por ende el del resto del mundo se fortalezca y/o se adapte mejor a muchas de las nuevas formas, en muchos casos encubiertas y fraudulentas, de hacer negocio. No olvidemos que lo que desencadenó dicha crisis fue, análogamente, la actitud irresponsable y fraudulenta de los ejecutivos y directivos de las empresas quebradas; lo que degeneró a la vez en una crisis de credibilidad desde el lado de los inversores que, sin embargo, parece haber pasado pronto.
Respecto a lo cual, el catedrático en la Escuela de Empresa de Harvard y asesor contable de Merrill Lynch, David Hawkin, ha afirmado: “'La gente aprenderá a ser más exigente con su forma de invertir', (…). ‘Pero ésta no será la última vez que vamos a pasar por esto. La gente se olvidará, y volverá a ocurrir lo mismo'”; y la actual crisis mundial es, en efecto, prueba fehaciente de ello.
Aunque tal vez sea simplemente una de las consecuencias del actuar de la famosa “mano invisible” de Adam Smith; manifestada en este caso en el deseo de los capitalistas de recuperar la confianza perdida de los inversores, al menos hasta que la actual crisis se hizo evidente. Según Smith la “mano invisible” o laissez faire es la que lleva a la economía a producir “automáticamente” lo que desea, asentando el camino y las condiciones para lograrlo; todo lo cual en un contexto, el mercado, en el que confluyen no obstante una suma de motivaciones individuales generalmente despreocupadas de los problemas del conjunto de la sociedad; no siendo extraño por ende el no cumplimiento del principio según el cual de forma automática puede, de manera Pareto-eficiente, asignar los bienes y servicios dentro de ella.
Aunque los llamados fallos del mercado que desde el lado de la ciencia económica se han identificado para establecer mejor los mecanismos que hagan frente a las anomalías que conforme a lo dicho surgen en el mercado, en un grado u otro se relega todavía la importancia de aspectos éticos y morales en toda decisión humana. Y este proceder es dicho sea de paso parecido al encontrado por economistas de la talla de Ronald Coase o Herbert Simon, en el análisis económico tradicional; en este caso respecto al menoscabo de la trascendencia de la empresa en el sistema económico, y lo que el primero llegó incluso a conectar a una visión de la naturaleza humana carente de contenido por parte de los economistas.
Y si bien los últimos compromisos de Responsabilidad Social Corporativa que desde el lado empresarial o privado vienen surgiendo, al igual que la cada vez mayor concienciación de los problemas ambientales son señales alentadoras, queda todavía mucho por hacer al no resultar fácil que los que hasta ahora ostentan el poder empiezan a ser conscientes de actitudes que hasta les pueden hacer desprenderse de cosas a las que viven acostumbrados por comodidad o por el mero placer que les proporcionan.
Empero, si existe el convencimiento de que por esa vía puede estar la solución a muchos de los actuales problemas humanos no lo desdeñemos si, así, es además factible difundir actitudes como la solidaridad y la justicia que siempre han dado y seguirán dando resultados en aras de un mundo más digno.
Empero, si existe el convencimiento de que por esa vía puede estar la solución a muchos de los actuales problemas humanos no lo desdeñemos si, así, es además factible difundir actitudes como la solidaridad y la justicia que siempre han dado y seguirán dando resultados en aras de un mundo más digno.